Hace unos días estuvimos cenando en casa de unos amigos, que tienen un chico muy espabilado, de unos diez años. Mientras nos poníamos a la mesa, me acerqué a la habitación del chaval. Estaba leyendo, en pijama y sobre su cama, un tebeo de Pokémon y escuchaba un cedé de esa rubita americana, Britney Spears, que ahora hace furor.
-¿Te gusta Britney?, le pregunté.
-Bah, sí, pero es un poco cursi, me contestó con el característico desdén de los críos de su edad.
Para caerle en gracia, y puesto que había hecho un comentario despectivo sobre una adolescente, le conté un chiste, uno de esos terribles chistes machistas que ahora están de moda. Mea culpa.
Un tipo encuentra una lámpara en la costa de California, y de la lámpara sale un genio. El genio se brinda a hacerle realidad un deseo, sólo uno, en lugar de tres, ya que es un genio modesto. El hombre le explica que la ilusión de su vida es ir a Hawai, pero que tiene un doble problema: los aviones le dan miedo y los barcos le marean. Le pide, por tanto, que le construya un puente desde la costa a las islas.
El genio de la lámpara le dice que eso es demasiado para sus posibilidades. Son cientos, miles de kilómetros sobre el mar, una cantidad tremenda de hierro, cemento y hormigón. Teme no calcular bien la resistencia, no asentar bien los pilares. Le ruega que le pida otro deseo.
El hombre, resignado, le explica que ha estado casado tres veces, pero que está desesperado, ya que no consigue comprender a las mujeres. ¿Podría el genio explicarle cómo son las mujeres, qué sienten, qué piensan de los hombres, cómo ven la vida...? El genio le interrumpe:
-¡El puente! ¡Te construiré el puente!
Al hijo de mis amigos, el chiste no le hizo ninguna gracia. No lo entendía. Acomplejado yo, y abochornado, por haber ejercido de propagandista de un machismo ramplón, le dije al niño que me alegraba mucho de que el chiste no le hiciera ninguna gracia.
-Claro, tú estudias con niñas desde hace años y, sin duda, las entiendes muy bien.
-Por supuesto que sí, me dijo.
-¿Cómo son las niñas?, pregunté con verdadero interés.
Y el niño me dijo de corrido:
-Son unas cretinas, histéricas y presumidas. Sólo saben criticar, cuchichear entre ellas y arreglarse la melena. ¡No tengo nada en común con ellas!
¡Glups! ¿Para esto sirven las madres feministas, los padres progres y la educación mixta?